viernes, 20 de enero de 2012

Que se jure...

Se llena el mundo de sombras y caos entre llantos de alegría y sonrisas de tristeza. El mundo ha perdido la cabeza en un afán por encontrar el cuerpo. Ya no se sabe si el acero calienta o quema o si el fuego es frío y corta. Desconoce si partimos leña o partimos hacia la madera del cadalso que nuestras manos han construido con la leña que puede que hayamos partido. Partir a un sitio que ves por la ventana y que es imposible de alcanzar, está demasiado lejos. Que no se sabe diferenciar entre el roce frío de una persona y el cálido aroma del invierno al llevarse el último aliento de los desilusionados mendigos sumidos en su felicidad.

Estar seguido tan de cerca por una sombra lejana genuinamente ajena. Decir adiós al correr en estampida detrás de un reflejo. Sujeta un rato el Sol o jamás volveré. Ansia la soledad sufrir en compañía de una amarga mujer depresiva de felicidad. Felicidad que hace tiempo perdió para la mayoría su pequeño significado, que hace tiempo cayó en desuso su inmenso valor. Valor mostrado por manos inocentes ya perdonadas de todo, a las que no puedo negar esa rosa de un agradable olor a renacer con color a ocaso.

Que se jure que permanecerá después del ocaso. Que jure que no he sido tan necio como para no saber enloquecer. Intentar que el papel gima cada vez que intento escribir. Dedicarme en compañía a contar las puntadas de un lecho que ansia que lo profanen, que ansía que se vuelvan uno con él. Nunca he sido amparado por nada. Pedir tarde y mal que vuelva a tener vida. Que morirá cuando el Sol salga por el Oeste y se ponga en el Este. Cuando las montañas vuelen mecidas por el viento como plumas. Cuando los mares lloren ríos al morir en lo alto de las montañas.

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