miércoles, 2 de mayo de 2012

Recuerdos de otra vida.


Destrozándose contra la vasta superficie las convicciones son puestas a flor de piel en su lucha contra la tempestad. Veo como esa tempestad desata el caos a mi alrededor. Como las garras de la destrucción se ciernen sobre mí tanteándome contra todo pronóstico contra la tempestad. Me empujan a un sitio del que se no voy a volver jamás, un sitio en el que sólo me puedo salvaguardar en el bastión que es mi fuerza de voluntad. Sólo puedo esperar que sea lo suficiente como para no verme ahogado en mis miedos, para no ceder antes ellos.

La claridad vislumbra el ojo de la tormenta, un lugar plácido y tranquilo donde implacablemente la ola rompe contra la superficie que yo sólo he vuelto a crear, he vuelto a levantar, bastión de la tormenta, vigía del mar, perfecta imperfección de la superficie. Nada puede detenerme, nada puede hacer que este arrepentido, se acabaron. Me limito a observar como el mar lleva los huesos de los naúfragos hacia mis orillas. Observo como se mecen, como marean, en la enfermiza desesperación de la súplica por un hogar.

Noto como mis músculos entran en tensión. Como una antinatural resistencia despierta en mi, me recuerda que nunca se ha ido, que me envuelve. A mi alrededor, Poseidón me llama reclamando mi alma en el hundimiento. No te tengo miedo, ni a ti ni a nada. Esta obstinación surgida de la miseria corta un pedacito de mi concentrada locura. Aún en las mismísimas puertas del Averno lucharé a mi manera, como yo sólo se hacerlo.

Un cuerpo encerrado en los vicios, luchando implacable contra los conflictos. Una mente que se ha vuelto más inquisitorial por los fragmentos de la decepción. Aquí estoy alzándome desde el infierno, liberándome de esa jaula de dorado ensueño, volando. Recuerdos de otra vida me llaman.

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